Comentario
A lo largo del siglo VIII, la reconquista de la navegación permitirá a los griegos canalizar su aumento demográfico hacia la fundación de colonias, desde Asia Menor hasta el Occidente mediterráneo, concentrados principalmente en Sicilia y la Magna Grecia, y desde las costas norteafricanas hasta las tierras del mar Negro, el Ponto Euxino. La expansión colonial pone a los griegos en contacto con otros pueblos, principalmente con fines comerciales. Encabezan el movimiento los griegos asiáticos y los eubeos de Calcis y Eretria, rápidamente seguidos por corintios, megarenses y aqueos. El Mediterráneo se convirtió en un lago de dominio griego, disputado por fenicios y etruscos.
Las poleis o ciudades griegas se hallan en estos momentos animadas de una actividad comercial inusitada, concentrada en torno al ágora. A partir de ahora, el ágora sustituye a la primitiva institución del palacio-fortaleza.
Los contactos con Oriente, esporádicos al principio e incesantes después, hacen llegar a Grecia, desde mediados del siglo VIII, nuevos materiales, tales como tejidos, marfiles, manufacturas orientales (principalmente metalúrgicas) y técnicas artesanales diferentes. A las primeras navegaciones fenicias parecen deber los griegos sus conocimientos marítimos, además de la trascendental aportación del alfabeto. Este, permite a la Grecia geométrica recuperar el empleo de la escritura al cabo de los siglos transcurridos desde la caída de los palacios micénicos. Ello parece haber ocurrido en el siglo IX.
La uniformidad casi general del período geométrico, con algunas diferencias regionales más bien leves, se plasma en una lengua prácticamente similar, unos dioses comunes, aunque con advocaciones más o menos locales y unas actividades compartidas, entre las que destacan los Juegos Olímpicos (los primeros con nombres de vencedores conocidos, celebrados en el año 776, serán el punto de partida de la cronología griega) o la concurrencia a unos santuarios afamados más o menos internacionales, con Delfos y sus oráculos a la cabeza.
Con la aventura colonial y la llegada de distintas influencias de Oriente, que afectaron en muy diverso grado a las ciudades griegas, comenzó un proceso de regionalización muy característico. Así se formaron las distintas escuelas artísticas del período Orientalizante, y también del Alto Arcaísmo griego, ya desde momentos de fines del siglo VIII. Creta es una de las primeras áreas en acusar este influjo, a través de marfiles, tejidos y, sobre todo, la conocida serie de escudos votivos encontrados en el santuario de Zeus en la cueva del Ida. Estos son unos escudos de parada, es decir, no funcionales, realizados con finísimas láminas de bronce repujado. Las escenas representadas siguen modelos orientales, sobre todo procedentes de Asiria. En Corinto, donde la influencia del arte geométrico ático ha sido fuerte pero no opresivo, tal como sucederá en la propia Atenas, la llegada de los motivos ornamentales orientalizantes provocará un despegue artístico, a partir del Protocorintio, entre los años 750 y 640.
A lo largo del siglo VII, los objetos importados dan lugar a versiones artísticas locales, mezcla del espíritu griego, ya perfectamente consciente de su valía, y de los nuevos elementos orientales. Corinto mantuvo muy alto su prestigio artístico, manifiesto sobre todo en su cerámica, muy bien acogida en los mercados que esta ciudad ha abierto. Los nuevos temas procedentes de Oriente son diversos; entre los animales, sobresalen los felinos rugientes, en escenas de caza o rampantes, en composiciones heráldicas.
Aunque de origen micénico, Oriente devuelve al arte griego un tema que éste había abandonado, la representación del grifo, animal fantástico, mitad león, mitad águila, empleado ahora como motivo ornamental. Del mismo modo, otros seres míticos se representan de nuevo en el arte griego y nunca más son abandonados: sirenas (pájaros con cabeza de mujer), esfinges (leones alados con cabeza femenina), gorgonas y quimeras (león con cola en forma de serpiente, alado en ocasiones y posteriormente con un prótomo de cabra en el dorso). A estos temas se unen otros, entre ellos las primeras representaciones de escenas mitológicas, casi todas derivadas de la epopeya. En el Período Geométrico había alguna que otra escena que podría interpretarse como de tema mitológico, pero resulta imposible afirmarlo con seguridad plena. Otros temas característicos del Período Orientalizante pertenecen al reino vegetal, tales como rosetas de hojas carnosas, palmetas de muy diversa tipología (de lira, de cuenco, etc.), árboles de la vida y otros muchos.
Además de la abundancia de temas, dentro de la influencia orientalizante hay que distinguir diversos estilos. A los rasgos propios del estilo asirio, con extensiones en el mundo urartio y neohitita, hay que añadir los estilos fenicio y egiptizante. Las distintas procedencias de los materiales traídos por los comerciantes a Grecia, con sus correspondientes repertorios iconográficos así como sus característicos estilos, son los responsables de la diversidad regional del período orientalizante en Grecia. Así se originan las diversas escuelas del alto arcaísmo: dedálica o peloponésica (con origen en Creta y también denominado estilo dorio), cicládica (responsable de la introducción de la escultura monumental en Grecia a través de sus contactos con Egipto), jónica (griegos de Asia Menor) y ática (básicamente en Atenas, rápidamente recuperada del lastre que supuso durante todo el siglo VII la imponente herencia geométrica, y capital del arte griego a partir del año 600 aproximadamente). Pero todo esto, pertenece ya a otra historia.